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Mama Chungu, Tanzania 2009

domingo, 22 de mayo de 2016

Dándole los buenos días al sol en la cima de Providencia!!! Colombia




Me levanto naturalmente a las 4:50 AM, sin necesidad de alarma, abrí mis ojos. Por lo visto, el entusiasmo de subir al Pico, el punto más alto de Providencia, para ver el amanecer, hizo que mi reloj biológico se sintonizara mucho mejor que cualquier reloj. El recorrido empieza con las estrellas arriba, el sol todavía no ha llegado a las 5:00 AM en esta isla amanece y atardece más tarde que en Colombia territorial.

Pasa por mi Big Buai, un raizal que, hace cincuenta años, era el más grande de su colegio, he ahí su apodo. Sonriente y con su uniforme verde puesto. Botiquín en su espalda, linternas en nuestras frentes para que iluminen nuestro camino rumbo a la cima. Big Buai me cuenta de sus hijos, de sus sesiones de pesca, de su vida isleña y lo sabroso que saben las iguanas. 



De la gastronomía pasamos a la medicina, a medida que diferentes plantas y árboles se nos cruzaban por el camino, me iba contando las propiedades para todo tipo de males. Personalmente nunca tomo medicina por decisión propia, me veo mucho más tomándome un agua con plantas tradicionales que una cápsula sacada de un empaque plástico. Cada vez me siento más a gusto con una vida de este tipo a una vida de ciudad con millones de personas. Pasamos un árbol de mango con sus frutos en el piso. Sin darme cuenta, Big Buai recoge dos de estos que serían nuestra recompensa, llena de energía, al llegar a la cima. Paso a paso mi corazón va incrementando su velocidad, mi respiración tiene que aumentar también, mis células requieren más oxígeno para seguir funcionando, siento el corazón palpitando en mis oídos, el sol nada que llega. Tomamos un receso sobre una piedra gigante y fría que me refresca al acostarme sobre ella. Apagamos las linternas y charlamos en compañía de los insectos que ya se estaban preparando para dormirse mientras la isla se preparaba para despertar.

Llegamos al punto de ver el amanecer, uno donde uno ve el mar, las montañas y la reserva en la que estamos caminando. Me siento sobre una piedra que llaman "la piedra de la meditación", mejor nombre imposible para ese sitio. Tiene una energía especial, el viento se siente pasar, lo siento, las palmeras que están al lado mío también lo sienten, se mueven de lado a lado. A medida que pasa el tiempo el sol empieza a asomarse, los primeros rayos del sol llegan a Providencia, a mis ojos, las nubes, las montañas y el mar se llenan de colores. Toda una gama de color desde un solo punto. Algo pasa con los amaneceres en este mundo, por lo menos mi cuerpo lo agradece mucho. Me quedo callado, solo suena el viento, los pajaritos ya están cantando, yo miro el sol salir lentamente. 


Respiro profundo y sonrío, la vida es bella, muy bella. Le digo eso a Big Buai, se ríe a carcajadas, me dice que él lo tiene muy claro. Medito un rato, hora de guardar las linternas ya que tenemos la linterna más linda del mundo alumbrándonos en este momento. La caminata sigue hasta la cima. Conquistamos el famoso pico. La vista desde ese punto es indescriptible, el mar lleno de colores. Big Buai me cuenta la historia del Pico, de cuando subía de pequeño. Me saca el mango de sorpresa, hora de comer mango jugoso y dulce con vista.


Una vez bajamos es rico voltear atrás y ver la montaña que uno acaba de escalar, siento un cariño especial por las montañas en las que he llegado a su cima, me despido de Big Buai de abrazo. Me alisto para hacer algo muy tradicional de la isla, algo heredado de los ingleses. Llegó el momento de recorrer la isla y sus cimas en un caballo isleño.

Siento el aire pasar, mi pelo sube y baja al mismo ritmo que mi cuerpo, que el cuerpo de mi caballo. Galopamos por las cimas de esta montañosa isla. Nuestro guía, Hippie, un raizal que su pasión son las carreras de caballo desde que nació. Se ha recorrido gran parte del Caribe y los Estados Unidos hasta el momento que su tierra lo llamó para no dejarlo volver a ir. Hippie cuenta sus historias, yo mantengo una sonrisa en mi cara por el tono y contenido de sus comentarios. No entiende que la gente prefiera tomar un jugo de polvo a un jugo fresco de tamarindo, ni que las almohadas estén rellenas de un algodón diferente al que sale de los árboles isleños (Cotton Tree). Esas conversaciones me gustan, coincido con Hippie en muchas cosas. Creo que lentamente la gente está empezando a valorar más sus tradiciones, volviendo a los temas naturales, de conectarse con la naturaleza. 





Cada cual decide la velocidad de su caballo, uno es libre de galopar o caminar, yo prefiero galopar, es un sentimiento de libertad muy sabroso. Los demás jinetes, sonríen, corren, disfrutan al igual que yo. Llegamos a un punto con una vista privilegiada, se ve el mar con sus múltiples colores. Mar que mi caballo estaba ansioso de visitar para darse un baño. Bajamos la montaña, mi caballo se emociona más que yo al ver el mar, galopamos hacia la playa, hacia el mar. Rápidamente mi caballo se va metiendo a nadar, mi pies tocan el agua. 






Todo el sudor de la cabalgata es limpiado con agua salada del mar. Nos salimos, cabalgamos a borde de la playa, las olas suenan, las palmas se mueven con el viento, los caballos parecen disfrutar la cabalgata. Después de casi tres horas le agradezco a mi caballo, a Hippie.

El sol se despide y la luna llega. Mi última noche en esta isla paradisíaca. Tendría una despedida nocturna subacuática. Equipo puesto, linternas prendidas. La luz lunar también estaba lista para alumbrarnos en el fondo marino. Mi cuerpo se deja llevar por la gravedad. Caigo al agua, espero a los demás buzos. Estar flotando de noche en el mar con la luna arriba me genera mucha tranquilidad, paz. (A mis compañeros buzos les genera algo de miedo). Misma situación, diferentes reacciones.

Nos sumergimos, las linternas son nuestra fuente de iluminación, uno sólo ve a donde las linternas apuntan. Los corales están de fiesta. Un buceo nocturno es totalmente diferente a uno diurno. Es como conocer una ciudad o a una persona de día y noche. Todo cambia.
















Los corales son animales nocturnos así que por la noche están despiertos, se levantan para alimentarse. Lo que durante el día se ve lindo, de noche se ve espectacular, se despiertan, comen, otros vecinos nocturnos también están despiertos, langostas, cangrejos y morenas. Los demás duermen con tranquilidad. Aire entra, burbujas salen, las oigo salir. Lentamente pataleamos, nuestro guía nos pide que apaguemos las linternas. Él prende una luz morada, fluorescente, algunos colores se iluminan con colores brillantes, nunca había visto esto antes. La luz morada se apaga, quedamos sólo con la luz de la luna arriba nuestro. Al movernos el plancton se prende, veo algo moverse debajo mío. Nada más ni nada menos que mi sombra gracias a la luz lunar. Si me gusta ver mi sombra bajo la luz de la luna en tierra firme, ni hablar de verla sobre arena blanca debajo del mar. Me quedo respirando profundo, disfrutando de estos regalos que la naturaleza le da a uno. Cada cual hace de las suyas, yo lo llamo una meditación interna. Al estar uno consiente que uno respira sin poder hablar, se genera un ambiente perfecto para pensar, para sonreír. Las burbujas van subiendo y nosotros las seguimos hasta la superficie. Respiramos por nuestra nariz. Vuelvo a mi hogar, me acuesto, última noche (de este viaje) en esta pequeña y especial isla. 

Estoy a bordo de la lancha de Winston, el plan: darle la vuelta a la isla haciendo paradas en los mejores sitios para caretear. Chalecos salvavidas puestos, Winston empieza a contar historias de la isla, de sus papás, que los turistas que vienen a Providencia son especiales. Charlamos hasta que llegamos al primer punto de buceo. Visibilidad perfecta, sol arriba, isla montañosa al frente y una raya abajo. Desde la lancha se ve una mancha grande abajo, efectivamente una raya de gran tamaño. Desde que pueda ver vida marina desde la lancha es porque estoy en pleno paraíso. Me pongo mi máscara, mis aletas y a nadar se dijo. La arena totalmente blanca, la raya nadando con tranquilidad, pasa por encima de dos estrellas de mar anaranjadas, de gran tamaño. Winston y yo nadamos hacia el coral.


Infinidad de peces de todo tipo, coral en excelentes condiciones, visibilidad perfecta. El aire sale y entra por el snorkel, respiro profundo, sonrío. Son momentos donde uno se enamora un poco más de este mar, de este mundo. Veo un animal grande durmiendo, un tiburón nodriza. Lleno mis pulmones con mucho aire y me sumerjo para darle los buenos días al tiburón. Me le acerco con cuidado, se despierta y empieza a nadar con mucha tranquilidad. Somos casi del mismo tamaño, nadamos un rato juntos hasta que mis pulmones exigían más oxígeno. Mucha vida, calamares, barracudas, pez león y cientos de animales más. Al bote a seguir recorriendo los puntos para caretear.





Llegamos a un sitio llamado "Sorpresa", siempre que saltan en este sitio una sorpresa ocurre. Al nosotros saltar, varias pasarían. Vemos la primera, una raya águila nadando con tranquilidad, su cola larga, sus puntos blancos en su lomo, su cara que parece tener una nariz gigante. Nado detrás de ellas, mis aletas no logran con la velocidad de las rayas águila. Él careteo sigue, puede ser de los mejores sitios para caretear que he visto en mi vida. Pasamos al lado de Cayo Cangrejo, después la cabeza de Morgan en Santa Catalina hasta dar la vuelta completa de la isla desde otro punto de vista. Me despido de Winston, y la tristeza de dejar la isla empieza a llegar a mi. En contadas horas estaría volando sobre el coral que acababa de ver.

Hago mi maleta, me despido de Enilda, pasa por mi un mototaxista con su hijo encima del timón de la moto, sonrío al verlos. El chiquito se agarra fuerte al estar andando. Me subo, rumbo al aeropuerto. El viento pasa, hago todo mi proceso de chequeo; me siento en la sala de espera, las ventanas no tienen vidrios, el aeropuerto está rodeado de palmeras, solo buena vibra en ese terminal aéreo. Me llaman abordar, me subo en mi avión de 19 pasajeros al lado de una ventana, me despido de la isla.



Piloto y copiloto cierran sus ventanas, estamos listos a despegar. Me pongo mi música a sonar, respiro profundo, sonrío, espero volver muchas veces.

Los quiero,

CHB

Agradecimientos a:


  • Vuelo Searca-Decameron
  • Posada Enilda
  • Discover Old Providence (Big Buai)
  • Buceo Felipe Cabeza
  • Buceo Sirius (Daniel)
  • Providence Gourmet Pizza
  • Restaurante Sea Star – Santa Catalina
  • Caballos Providencia
  • Restaurante Caribbean Place
  • Restaurante Miss Elma
  • Careteada con Winston
  • Camara de Comercio de San Andrés y Providencia
  • Programa de Geoturismo 
  • http://www.caribbeancolombia.com/

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